lunes, 14 de septiembre de 2009

La furia de Fenrir.

Bueno.. dentro de poco no podré escribir a diario, así que, dejaré bastante aquí y ahora, así, cuando en mi ausencia no haya palabras por leer, siempre quedará lo ya escrito.

Este pequeño relato lo presenté a uno de los concursos de el instituto donde estudio, con la mala suerte de que alguien, que había escrito sobre amor, me ganó con ventaja.

-¡Corred! ¡Corred!–Gritaba alertando la diosa Freya indicando que pasaran por aquel estrecho túnel de roca, el cual no tenía ni techo, y yacía al descubierto rodeado de precipicios. Las valquirias galopaban en sus caballos como alma que lleva el diablo. Como era de esperar, Fenrir, hijo de Loki el embustero, se había descontrolado completamente y había zafado de sus cadenas adentrándose en terreno de las valquirias.
Aquellos árboles tan preciosos, verdes, de altas copas, eran destruidos al paso del lobo gigante, que arrasaba todo a su paso como huracán a ras de tierra.
-¡Agarrarle las patas a las cadenas!- Thor se hizo notar rápidamente al escuchar su grito de guerra, y con ello, las nubes del ocaso, que en ese momento cubría el cielo con el manto anaranjado, se tornaron negras y empezó a llover.
Fenrir, empapado y enfurecido por el escozor de sentir las puntas de las afiladas flechas de acero de las valquirias, soltó un aullido que hizo resonar la tierra.
Thor, impaciente por el tremendo escándalo que el hijo de su hermano Loki montaba en sus bosques, alzó su martillo, Mjolnir, llamando así a su ejercito, enanos, trols, y gigantes aparecieron detrás de las colinas. Un enano encabezaba el ejército detrás de Thor, un enano de orejas estrechas y puntiagudas que sostenía un estandarte, unos metros más alto que él.
Las valquirias se situaron detrás de los enanos, junto a los elfos que empuñaban arcos apuntando al cielo, la furia desatada de Fenrir, se hacía cada vez más y más intensa, el rencor acumulado hacia Odín, por haberle transformado en lobo, hacía crecer al lobo.
-¡Que cesen las flechas!-La tierra retumbó con la llegada de la giganta Hel, hermana del lobo furioso, que ya descontrolado mostraba sus dientes afilados a todos los presentes, sin importarle la raza ni la intención.
-Hermano; ellos no tienen la culpa de que Odín te haya castigado así, tampoco tú tienes la culpa de los pecados de Loki, pero así lo quiso el destino, y con ello vivirás toda la vida- La giganta, a paso firme pero ligero, fue acercándose más y más a su hermano, al parecer, algo tranquilizado al reconocer una voz familiar.
-¡Aprovechad!-Chilló Thor agitando el hacha hacia delante, dando la orden de traer las cadenas y atar de nuevo al lobo al suelo.
-¡Hermana, no dejes que me vuelvan a atar!- Fenrir salió de su ataque de locura, suplicando ante su hermana, se postró sobre sus patas traseras, agachando el hocico y echando hacia atrás las orejas. La giganta se agachó hacia su hermano, acariciándole el hocico.
-Es por el bien de todos-. Entre dos gigantes ataron las patas traseras del lobo a los anclajes del suelo, los enanos, ayudados por Thor, engancharon las patas delanteras.
Scoll ya se encontraba a punto de alcanzar su objetivo, comerse el sol, para que así la noche llegue, y con la luna, su hermano Hati, y así, sucesivamente con el paso de los días.
Todo acabó en un susto, todos los animales, seres y árboles, volvieron a sus lugares de procedencia, y así, Fenrir, condenado por la eternidad por las mentiras de Loki, su padre, quedó anclado en mitad del bosque, viendo pasar el tiempo, sin más entretenimiento que pensar en lo que hubiera sido de él en otras circunstancias.

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