Una vez... Una amiga me contó un cuento, un cuento que me llegó al alma y que guardo todos los días en mi memoria. No recuerdo el nombre del cuento ni el contenido verdadero, recuerdo la moraleja que me hizo comerme la cabeza 3 semanas enteras.
Una vez, un guerrero sediento y hambriento después de una gan matanza, cubierto de sangre y con la ropa rasgada caminaba por el bosque buscando agua y algo de comida para sobrevivir, justo cuando el joven se iba a quedar inconsciente encontró una cueva, y dentro de ella un pequeño charco de agua de la humedad de la cueva, al saciar su sed el guerrero se adentró a la cueva encontrando así una pequeña figura de madera de un anciano, el guerrero la tomó en sus manos y decidió que des de ese momento sería su patrón, como agradecimiento por el agua, pasó tres días allí, le construyó un altar y sacrificó dos ovejas las cuales se comió después. Pero era ambicioso y quería más, quería una llama eterna para que su patrón siempre quedara alumbrado en esa cueva. Un día, un viejo hechicero se acercó por los alrededores y se sentó a meditar en una piedra al lado de la cueva, el guerrero salió a ver quien era, y al darse cuenta de que era un hechicero corrió hacia la piedra y se paró frente a él. El anciano le preguntó que que era lo que deseaba de él, y él le respondió que quería una vela que durara para siempre para alumbrar siempre a su patrón, el hechicero rió y miró al chico y le preguntó si ese era su deseo, y si ese deseo duraría de por vida, el guerrero lo miró extrañado sin responder, por que era obvia que no sería su deseo permanente. El anciano volvió a reir y le dijo: Joven guerrero, la magia no te serviría para nada, pues la magia perdura, mientras dure el deseo.
Una vez, un guerrero sediento y hambriento después de una gan matanza, cubierto de sangre y con la ropa rasgada caminaba por el bosque buscando agua y algo de comida para sobrevivir, justo cuando el joven se iba a quedar inconsciente encontró una cueva, y dentro de ella un pequeño charco de agua de la humedad de la cueva, al saciar su sed el guerrero se adentró a la cueva encontrando así una pequeña figura de madera de un anciano, el guerrero la tomó en sus manos y decidió que des de ese momento sería su patrón, como agradecimiento por el agua, pasó tres días allí, le construyó un altar y sacrificó dos ovejas las cuales se comió después. Pero era ambicioso y quería más, quería una llama eterna para que su patrón siempre quedara alumbrado en esa cueva. Un día, un viejo hechicero se acercó por los alrededores y se sentó a meditar en una piedra al lado de la cueva, el guerrero salió a ver quien era, y al darse cuenta de que era un hechicero corrió hacia la piedra y se paró frente a él. El anciano le preguntó que que era lo que deseaba de él, y él le respondió que quería una vela que durara para siempre para alumbrar siempre a su patrón, el hechicero rió y miró al chico y le preguntó si ese era su deseo, y si ese deseo duraría de por vida, el guerrero lo miró extrañado sin responder, por que era obvia que no sería su deseo permanente. El anciano volvió a reir y le dijo: Joven guerrero, la magia no te serviría para nada, pues la magia perdura, mientras dure el deseo.





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